El padre abrió la puerta de la habitación. Sentándose a la mesa y mirando con ternura aquellos ojos, expreso:
-Querida, sé que hay cosas que te persiguen, los errores por ejemplo, ¿sabes?, cuando estás cometiendo uno y no le pones final, estás dando argumentos a favor de que la verdadera felicidad se escape de tus manos.
Unos ojos llorosos, respondieron:
Padre, sé que tú me has dado la vida, que quisieras cambiar muchas cosas. En realidad no es así, tal vez es sólo lo que has querido que yo crea todos los días, sin embargo despierto a esta realidad, esperando que todo cambie, que las cosas se vuelvan brillantes como brilla el sol y esos pensamientos afilados como navajas se puedan desafilar. Sé también que quieres que pierda mis fuerzas, que me rinda, que desperdicie el tiempo incierto que me queda de vida. Porque la vida es corta, tan corta que cada segundo perdido se cobra en años.
Tal vez siempre has tenido esa máscara. Esa máscara que me hace verte de la manera que ni siquiera puedo entender, sin embargo estoy aquí esperando a mi Dios. ¿Podría a caso decirme que no lo he intentado?, ¿podría decirme que no es suficiente?, ¿Podría sentirme más inútil de lo que me siento ahora?...
¿Podría mi lengua sangrar más que ahora?...
El sonido de la cuchara rompió el silencio.
-Hija, ¿Escuchas esas risas lejanas?, son los niños, mi único objetivo de vida. Y ahora que tengo las cartas a mi favor, todo este plan sale a la perfección. Todo pasa como algún día fue escrito. Todo camina como las notas en un piano y termina como los gritos eufóricos finales en una canción, como las melodías románticas que tarde o temprano se hunden en la tragedia.
Una mujer ya visiblemente afectada, exterioriza:
-Francamente no quiero escuchar tu puto mundo, que me veas o me leas, pero irónicamente sigo aquí. Sigo aquí fantaseando con el día en que esto no me obligue a destruirme. Estoy hablando, más de lo que puedo hablar y no puedo depender más de mí misma, es que no puedo ser un ser individualista, es que no puedo obligar al mundo a estar a mi lado. No puedo ser una normal. No puedo pensar normal. No puedo pensar cosas "viciosas" y alejarme del mundo que siempre he visto detrás de estas rojas con tintes de sangre.
El padre anuncia:
-No te preocupes hija, esta tarde comerás con la muerte. Te sentarás con ella. Pedirán un par de tragos y reirán juntas, y todo esto pasará en menos del tiempo del que necesitas para destruirte, todo terminara como un beso que se desea tanto que termina ahogándose. Como podre vivir de ahora en adelante que más debería de hacer para sentirme vivo en este mundo de espejos que me recuerdan lo putrefacto y muerto que estoy. Debería entonces morir para conservar una valía a los oídos sordos y a los ojos ciegos del mundo. Una imagen más de la invisibilidad. Quiere lo que quieres por que jamás será tuyo. Se feliz con la muerte si eso es lo único que tienes. Vive feliz en tu miseria, porque eso que no quieres lo tendrás.
La hija responde:
-¡Padre mío!, en vano llenarás tu manos de sangre y muerte, en vano prolongarás tu agonía durante toda la mañana, en vano dejarás tus mangas negras teñir en tinta de escritos viejos, y esto, no le importa al mundo.
De sabios es saber que la miseria no es un estado, que los sueños son ajenos a las realidades. Que las realidades se vinculan con las acciones, y las acciones macabras son capaces de destruir mundos enteros, que muchas veces han sido creados en las mentes de nuestros propios padres. Y cuando el tiempo terminé, ¿De que servirán estas horas sobre la pluma?, ¿Inspiraran a nuevos asesinos?, ¿a nuevos ladrones?, ¿a nuevos monstruos?. La hierba mala estorba en el jardín, principio básico de jardinería. Obstaculiza el paso de la nueva hierba buena. Arrancarla entonces. Es mejor quemar los recuerdos junto con tu vida que sumergirte en melodías y lágrimas heladas que cuelgan sobre el balcón de tus ojos y que son incomprensibles.
El padre se pone de pie.
-Lágrimas, que no comprendes porque no existen. Ni siquiera este desayuno ha tenido sentido. Solo el sabor de estas naranjas, expresa realmente como me siento por dentro.
La mujer dice:
-Padre, ¿Porqué no puedes disimular con los labios cuando estás pensando en la muerte?
El padre esta fuera de si.
¿Porqué no puedes existir en esta habitación?, ¿Porqué no logras ser feliz y tener lo que siempre has querido?. Querida. Querida hija. Con esos vestidos largos. Tú siempre despiertas conmigo, envuelta en madera y clavos. Hemos conversado en silencio el menú de esta mañana y este es nuestro destino. De antemano lo sabemos.
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